jueves, 23 de agosto de 2012

Apuntes de Cátedra

1. Nociones básicas de lógica elemental. Los razonamientos como tema de la lógica. Componentes de los razonamientos: premisas y conclusión

La lógica estudia los razonamientos, pero no los razonamientos como procesos mentales -que son tema de la psicología- sino los productos de tales procesos. Entendido de esta manera, un razonamiento es un conjunto de enunciados formulado por alguien que pretende que uno de esos enunciados -la "conclusión" del razonamiento- se desprende de los demás -las "premisas" del razonamiento-. Esa pretensión de que las premisas den apoyo o fundamento a la conclusión es lo que distingue a los razonamientos de otros conjuntos de enunciados como las descripciones y los relatos. Veamos un ejemplo: 
Sobre un terreno llano hay un mástil de 3 metros de altura.
El sol brilla en el cielo con una elevación de 53.13º.
El mástil proyecta una sombra de 2,25 metros de longitud.
Cualquiera de esos tres enunciados se sigue de los otros dos. Por otra parte, premisas y conclusión pueden aparecer -y de hecho aparecen- en cualquier orden en los razonamientos formulados en lenguaje común; no es en modo alguno obligatorio que la conclusión vaya al final. De modo que, como ya se dijo, no podemos identificar un razonamiento sin saber, o al menos conjeturar, qué quiso decir el hablante. Si queremos aplicar la lógica a los lenguajes comunes, tenemos que ser capaces de identificar argumentos formulados en uno de esos lenguajes, y en muchos casos no podremos hacerlo sin tener en cuenta la intención del hablante.

2. Reconocimiento de razonamientos
¿Cómo podemos saber que un conjunto de enunciados es un razonamiento, y no una descripción o un relato? Dicho de otro modo, ¿cómo se reconocen los razonamientos? En los casos más favorables se los reconoce gracias a ciertas expresiones que acompañan a los enunciados y que indican que estamos en presencia de un razonamiento. Estos "expresiones derivativas" o "indicadores de razonamiento" son de dos clases: indicadores de premisa, como "puesto que", e indicadores de conclusión, como "por lo tanto". En los casos menos favorables, es decir, cuando los enunciados no están acompañados por indicadores de razonamiento, tenemos que conjeturar la intención del hablante, en lo cual podemos, por supuesto, equivocarnos.
La caracterización que hemos hecho de los razonamientos implica que un razonamiento consta de al menos dos enunciados: la conclusión y por lo menos una premisa. 
Los silogismos son razonamientos de un tipo especial y tienen por definición dos premisas; pero esto no vale para los razonamientos no silogísticos, que pueden tener un número cualquiera de premisas. Desde su creación por Aristóteles, la lógica fue durante más de veinte siglos casi exclusivamente una teoría del silogismo, y esto ha seguido influyendo hasta no hace mucho en la enseñanza de la lógica en el colegio secundario, generando en los estudiantes la tendencia a pensar que todos los razonamientos tienen dos premisas, por lo cual tiene cierta importancia la aclaración de que los razonamientos en general pueden tener un número cualquiera de premisas.

3. El concepto de razonamiento válido
Si el razonador pretende que el apoyo que las premisas den a la conclusión es un apoyo concluyente -esto es, un apoyo tal que es imposible que la conclusión sea falsa si las premisas son todas verdaderas-, el razonamiento es deductivo. 
Si pretende, que las premisas dan algún apoyo a la conclusión, pero no un apoyo concluyente, el razonamiento es inductivo. 
Si las premisas realmente dan a la conclusión un apoyo concluyente, el razonamiento es un razonamiento deductivo válido.
Si es concluyente el apoyo pretendido pero no el real, se trata de un razonamiento deductivo inválido. Dicho de otro modo, un razonamiento es deductivo si el hablante pretende que es válido; si no existe tal pretensión -es decir, si el que formula el razonamiento lo considera, por decirlo así, plausible, pero no válido-, el razonamiento es inductivo.

4. Deducción e inducción
Tradicionalmente se decía que los razonamientos deductivos van de lo general a lo particular y que los inductivos recorren el camino inverso, esto es, van de lo particular a lo general. Lo que se quería decir con esto es que en los razonamientos deductivos al menos una de las premisas es más general que la conclusión y que en los inductivos, por el contrario, la conclusión es más general que cualquiera de las premisas. Se estaba pensando en razonamientos deductivos como el más citado de los silogismos: "Todos los hombres son mortales. Sócrates es hombre. Por lo tanto, Sócrates es mortal", y en razonamientos inductivos como: "Este cuervo es negro, aquél también, etc.; por lo tanto, todos lo cuervos son negros". El criterio que se aplicaba para clasificar los razonamientos en deductivos e inductivos era entonces el grado de generalidad de premisas y conclusión. Según esto, los razonamientos se dividían primero en deductivos y no-deductivos, y estos últimos se subdividían en razonamientos inductivos y razonamientos por analogía (en estos últimos premisas y conclusión tienen el mismo grado de generalidad); o bien se distinguía de entrada entre razonamientos deductivos, inductivos y por analogía. Tal criterio obliga a clasificar como inductivos a razonamientos que conservan necesariamente la verdad, como por ejemplo el siguiente: "Esto es un plato volador; por lo tanto, hay platos voladores", cuya única premisa es menos general que la conclusión. En nuestros días se ha considerado conveniente mantener los términos "deducción" e "inducción" pero evitando semejante consecuencia mediante un cambio en el criterio de clasificación; ahora se clasifican como deductivos todos los razonamientos formulados con la pretensión de que la verdad de sus premisas es incompatible con la falsedad de su conclusión, y a todos los demás se los clasifica como inductivos.

5. El problema de la inducción
De acuerdo con todo lo dicho, los razonamientos inductivos nunca son válidos, es decir, nunca conservan la verdad; siempre pueden llevarnos, aunque estén bien hechos, de premisas verdaderas a conclusiones falsas. Por otra parte, no podemos prescindir de ellos; estamos obligados a razonar también inductivamente, y no sólo deductivamente. La conjunción de estas dos cosas -los razonamientos inductivos son inválidos y estamos obligados a razonar inductivamente- da lugar a lo que se ha llamado "el problema de la inducción".

6. La validez como conservación de la verdad
De todas las nociones mencionadas hasta ahora, la única que puede definirse en términos exclusivamente lógicos -o sea, sin hacer intervenir ese factor psicológico que es la intención del hablante- es, por suerte, la que más nos interesa: la noción de razonamiento válido. La definición de razonamiento válido que Copi da en el capítulo 1 de su Introducción a la lógica dice más o menos lo siguiente: un razonamiento es válido si, en caso de que sus premisas sean todas verdaderas, es necesario que la conclusión también sea verdadera. Otra definición equivalente a ésa dice que un razonamiento es válido si no puede tener premisas verdaderas (todas, se sobreentiende) y conclusión falsa.
Estas definiciones mencionan la característica que más nos interesa de los razonamientos válidos, a saber, que en ningún caso nos llevan de premisas verdaderas a conclusiones falsas. A veces esto se expresa diciendo que los razonamientos válidos conservan (necesariamente) la verdad.
Estamos interesados en los razonamientos que conservan la verdad porque estamos interesados en el razonamiento como fuente indirecta de conocimiento, y en principio no hay conocimiento falso.
Para que un razonamiento sirva en efecto como fuente de conocimiento, debe tener dos virtudes: ser válido y tener premisas verdaderas. Cuando un razonamiento las tiene, se dice que es un razonamiento "sólido". Esas dos virtudes son independientes una de otra: un razonamiento válido puede constar exclusivamente de enunciados falsos, como ocurre con el siguiente: "Todos los catamarqueños son franceses; por lo tanto, algunos franceses son catamarqueños"; y uno inválido puede constar exclusivamente de enunciados verdaderos, como ocurre con éste: "Si yo fuera Presidente, sería famoso. Yo no soy Presidente. Por lo tanto, yo no soy famoso".
¿Por qué digo que es inválido este último razonamiento, si no me ha llevado de premisas verdaderas a conclusión falsa? Porque podría haberlo hecho: es obvio que cualquiera -hasta yo- podría ser famoso por otro motivo.  Sin haber estudiado lógica, se advierte intuitivamente que un razonamiento como "Si Maradona fuera Presidente, sería famoso. Maradona no es Presidente. Por lo tanto, Maradona no es famoso", además de tener premisas verdaderas y conclusión falsa, es lo suficientemente parecido al que aparece al final del párrafo anterior como para probar la invalidez de este último.

7. Validez formal
Para presentar esta segunda definición de validez, hay que introducir en primer lugar la noción de término lógico. Lamentablemente, no hay ninguna definición de término lógico aceptada en forma unánime por los especialistas. En lo que sí están de acuerdo es en cuáles son los términos lógicos. Para un lenguaje "natural" como nuestro idioma, los términos lógicos son: a) los conectivos, esto es, expresiones como "y", "o", "no", "si-entonces"; b) los cuantificadores, palabras como "todos" y "algunos", y c) el verbo "ser" en cualquiera de sus formas personales.
Todos los demás términos se llaman términos no lógicos o también términos descriptivos. Desde cierto punto de vista, los términos descriptivos se clasifican en términos de individuo, como "Sócrates" o "El maestro de Platón", y términos de clase, como "hombre" o "mortal"  Se dice que los términos de individuo y los términos de clase son términos de distinta categoría.
Ahora estamos en condiciones de dar una definición de "forma lógica": La forma lógica de un enunciado está determinada por los términos lógicos que ese enunciado contiene y la categoría de sus términos descriptivos. De acuerdo con esto, y estipulando que las letras mayúsculas indican el lugar donde pueden ir términos de clase, la forma lógica del enunciado "Todos los hombres son mortales" es "Todos los A son B". 
Si lo que hicimos con "Todos los hombres son mortales" lo hacemos también con los otros dos componentes del silogismo -usando por ejemplo letras minúsculas para términos de individuo, y respetando la exigencia de que la sustitución sea uniforme, esto es, reemplazando cada término que aparezca más de una vez por la misma letra en todas sus apariciones-, lo que nos queda es un conjunto de tres formas de enunciado. A ese conjunto lo llamaremos una "forma de razonamiento", y sus ejemplos de sustitución serán por supuesto razonamientos. Esa forma de razonamiento que hemos obtenido tiene una particularidad: ninguno de sus infinitos ejemplos de sustitución tiene premisas verdaderas y conclusión falsa. Esto se puede probar aplicando métodos como los que antes mencionamos. De una forma de razonamiento que tiene esa característica se dice que es una forma de razonamiento válida, y de sus ejemplos, que son razonamientos válidos.
Podemos reformular esto como la segunda definición de validez: Un razonamiento es válido si es un ejemplo de sustitución de una forma de razonamiento válida; y una forma de razonamiento es válida si no tiene ningún ejemplo de sustitución con premisas verdaderas y conclusión falsa. Esta definición sí permite aplicar los métodos de la lógica para la determinación de la validez.
Primero definimos validez como conservación de la verdad; ahora la hemos definido como la posesión de una forma lógica tal que ningún razonamiento de esa forma tiene premisas verdaderas y conclusión falsa. Es obvio que las dos definiciones no dicen lo mismo. Más aún: ni siquiera tienen la misma extensión. Hay razonamientos que conservan la verdad, no en virtud de su forma, sino en virtud del significado de ciertos términos descriptivos, como por ejemplo el siguiente: "Juan es soltero; por lo tanto, Juan no es casado".

8. ¿Qué lógica es ésta?
La lógica "estándar" se ocupa exclusivamente de la validez formal, y por eso se la ha llamado a veces lógica formal (también se la ha llamado lógica simbólica y lógica matemática, debido al uso abundante de símbolos especiales y fórmulas).
A lo largo de la historia la palabra "lógica" ha sido empleada en distintos sentidos. En nuestros días se habla de muchas lógicas distintas: lógica modal, lógica deóntica, lógica cuántica, lógica paraconsistente, lógica borrosa, etc., y desde hace unos cuantos años se le hace bastante propaganda a la lógica informal.
La lógica deductiva estándar técnicamente se denomina lógica de predicados de primer orden o lógica elemental. 

A los alumnos del Instituto

Estimados/as cursantes de la materia Metodología de la Investigación. Les recuerdo que el día Martes 28  vence el plazo de entrega del primer práctico consistente en un resumen de las charlas a cargo del licenciado Asti Vera. El texto está en fotocopiadora desde el comienzo del cuatrimestre en grilla con el número 1. Asimismo, para aquellos/as que aún no me entregaron las respuestas al cuestionario de seis preguntas acerca de la Unidad 1 del programa les solicito que me lo lleven resuelto también el día Martes 28.
Cualquier duda que se les suscite les dejo mi mail para que me consulten lo que crean necesario a metodologiadelainvestigacion76@gmail.com

En otro orden de cosas les pido que no falten a clase y que sean puntuales porque tanto esta clase pasada y la que vendrá presentarán temas cruciales a menos de dos semanas del primer parcial. Confío en ustedes, no me fallen!!!

lunes, 13 de agosto de 2012

El problema del conocimiento


El problema del conocimiento. Tipos de conocimiento: conocimiento directo, habilidades, conocimiento proposicional

¿Es posible el conocimiento? Algunos filósofos han respondido negando la posibilidad de conocer, han tomado una actitud escéptica ante este problema. Si tomamos este camino con respecto a la respuesta nos encontramos con que dentro del lenguaje común todos sabemos muchas cosas. De hecho si aceptáramos que todos sabemos muchas cosas -como corrientemente creemos- iríamos en flagrante contradicción con las tesis escépticas con respecto a la posibilidad de conocer. 
Para Manuel Comesaña, prestigioso y querido profesor de la Universidad de Mar del Plata, aconseja recurrir "al análisis del lenguaje ordinario" y el método consistiría en preguntarnos en qué casos nos atribuiríamos o atribuiríamos a otros algún conocimiento, y en cuáles nos negaríamos a hacerlo. 
En primer lugar, como resultado de semejante análisis, deberíamos no clasificar como conocimiento a las creencias que consideramos falsas. 
Veamos un ejemplo que aclare esta cuestión ¿Acaso a ustedes le parece correcto decir "Los antiguos sabían que la Tierra era plana"? Si aceptásemos esto estaríamos aceptando dentro del conocimiento creencias falsas y eso sería más que indeseable. Ahora bien, si por el contrario dijésemos "Los antiguos creían que la Tierra era plana" haríamos un buen uso del lenguaje ya que esta creencia era falsa y no la estamos considerando como conocimiento. 
Por otro lado no debiésemos aceptar que alguien pueda saber qué número va a salir en la quiniela, aunque crea saberlo y acierte. 

En nuestro uso cotidiano, en la vorágine de nuestra vida ajetreada todos sabemos, o conocemos, miles de cosas; algunos más, otros menos; algunas interesantes y otras... simplemente triviales.
Veamos nuevamente ejemplos que aclaren más esta cuestión. Todos nosotros conocemos la playa,  a algún ocasional persona que tiempo atrás hayamos compartido un café, sabemos andar en bicicleta, chatear con amigos, sabemos que cada día la Luna se aleja de la Tierra 3,78 cm. por año. 
Aquí encontramos, en estos tres ejemplos citados en el párrafo inmediato tres tipos de conocimiento de los cuales me ocuparé a continuación. 

Tipos de conocimiento
Cuando decimos que conocemos la playa, queremos decir que alguna vez hemos ido a la arena, en el mismo sentido, cuando decimos que conocemos a una persona, queremos decir que la hemos visto, o que nos la han presentado y hemos compartido algo con ella, en este caso un café. A este tipo de casos lo llamaremos conocimiento directo
Cuando decimos que sabemos andar en bicicleta, chatear con alguien o nadar lo que queremos decir es que somos capaces de hacer algo, que tenemos cierta habilidad; es lo que a veces se llama también un saber hacer o un saber-cómo se hace. 
El tercer tipo de conocimiento, que es el que más nos interesa a nosotros y también a la ciencia es el llamado conocimiento proposicional. Cuando decimos que sabemos que cada día la Luna se aleja de la Tierra 3,78 cm. por año, nos estamos atribuyendo un saber-que o un conocimiento proposicional; se lo llama de esta última manera porque, en las afirmaciones del tipo "Sabemos que…", lo que sigue a la palabra "que" es una proposición, como "Cada día la Luna se aleja de la Tierra 3,78 cm. por año" o "París es la capital de Francia".